05 de abril 2021
Por Carolina Pérez (UDD), Josefina Escobar (UAI), Marcia Olhaberry (PUC), Daniela Oyarce (U. Santo Tomás), Daniela Aldoney (UDD) y Francisca Pérez (UAH)
A fines de febrero este medio publicó un artículo en el que se daban a conocer los resultados de un estudio llevado a cabo por Nestlé, posicionado a Chile como el segundo país donde es más fácil criar a un bebé, entre un listado de 16 países de características geopolíticas, económicas y socioculturales muy diversas.
Chile, después de Suecia, aparece como el país en el que los padres y madres tienen la sensación de afrontar menos problemas, sentirse más apoyados y tienen la percepción de que la crianza es más fácil (https://www.theparentingindex.com/).
Como grupo de psicólogas, madres e investigadoras en temas de infancia y parentalidad, nos llaman profundamente la atención estos resultados, ya que contrastan con las cifras de depresión en mujeres a nivel nacional (10,1% prevalencia últimos 12 meses, según criterio DSM IV, Encuesta Nacional de Salud, 2017), de depresión postparto materna (21%, Rojas et al. 2018) y sintomatología depresiva paterna (18,5%, Pérez et al. 2017), así como con investigaciones en las que hemos evaluado estrés y burnout parental, en las que hemos encontrado niveles elevados de ambos indicadores (Pérez and Santelices 2016; 2017; IIPB Consortium, in press).
Sabemos también que la salud mental se distribuye desigualmente por género y por clase social, siendo los hombres de nivel socioeconómico alto los que presentan los mejores índices (Encuesta Nacional de Salud, 2017) y las madres presentan un agotamiento parental significativamente mayor que los padres (Pérez-Díaz & Oyarce, 2020). El estudio en cuestión señala que “la muestra es representativa de ámbito nacional de madres y padres de bebés de 0 a 12 meses” (The Parentig Index , p. 6), sin embargo, no se explicitan las características de la muestra, más allá de señalar que son familias en las que existe un ingreso estable y en la que ambos miembros de la pareja declaran ejercer al menos tres tareas de crianza.
Es el carácter representativo que el estudio se autoadscribe el que requiere ser revisado a la luz de la realidad nacional. Chile se caracteriza por su desigualdad económica y social (Mieres, 2020). Es difícil dimensionar qué se considera un ingreso estable, pero es claro que este estudio no incluye a un grupo importante de madres/padres de Chile.
Considerando que el Ministerio de Desarrollo Social (2015) proyectó el año 2020 que el 11,7% de la población se encontraría en situación de pobreza por ingresos (8,1% pobreza no extrema y 3,5% pobreza extrema) y un 20,9% en situación de pobreza multidimensional, es plausible pensar que -al menos- el 21% de la población no está representado en este estudio (citado en Mieres, 2020). Junto con esto, no se visualizan las desigualdades de género que persisten y que se reflejan en la asignación de horas que las mujeres activas laboralmente dedican al trabajo doméstico, sobre los hombres, presentando una diferencia promedio de al menos dos horas diarias, independientemente del nivel educativo (Instituto Nacional de Estadísticas 2016). Estas cifras se han exacerbado con la pandemia, lo que se refleja en el estudio del “hombre cero”, el que muestra que un 38% de los hombres destina cero horas semanales a tareas domésticas, el 57% cero al cuidado de NN y el 71% cero al apoyo escolar de sus hijos (Centro UC de Encuestas y Estudios Longitudinales, 2021).
Nos preocupa que los resultados de este estudio entreguen una imagen país distorsionada, que invisibiliza las dificultades con las que muchas familias en Chile deben enfrentar en la crianza de sus hijos/as, ya sean infantes, niños y/o adolescentes. Es importante contar con un diagnóstico certero que nos permita tomar las medidas e implementar las políticas públicas necesarias para disminuir las brechas de género, atender la salud mental y por ende mejorar la experiencia de parentalidad y el desarrollo infantil de nuestra población.
Fuente: La Tercera