26 de Enero de 2019
Un estudio de la Universidad de Princeton reveló que el afan por sacar fotos de un evento y compartirlas en la web afecta el disfrute y el recuerdo preciso de la experiencia original.
Subir una foto, compartir un vídeo, dar un like, hacer un comentario, publicar un tuit. Las cifras de todo lo hacemos en las redes sociales apabullan. En todos sentido, pero especialmente en el rubro de imágenes. Una consultora especializada en estadísticas acaba de publicar que, en promedio, durante 2018, cada sesenta segundos se publicaron en Instagram 49.380 fotos. Por día, cada usuario de Snapchat envía 34 mensajes. Pinterest, otra red social basada en imágenes, pasó de doscientos a 250 millones de usuarios “activos” en solo 12 meses. Todo se registra con un smartphone y se comparte a través de las redes, desde fiestas multitudinarias a momentos íntimos y eso facilita los contactos y las relaciones sociales. Pero este aumento de la comunicación podría estar generando un impacto y un deterioro de nuestra memoria. Un estudio dirigido por la doctora Diana Tamir, directora del Social Neuroscience Lab, de la Universidad de Princeton, publicado en la revista Journal of Experimental Social Psycholog demostró que tomar fotos y hacer vídeos de una experiencia, así como difundirlos en las redes sociales, afecta la capacidad de las personas para tener recuerdos precisos de los eventos.
Durante 2018, cada sesenta segundos se publicaron en Instagram 49.380 fotos
Tamir le explicó a PERFIL que a tres grupos de participantes del experimento se les pidió que vieran charlas TED en una PC y que realizaran un tour turístico, autoguiado, a una iglesia histórica. Cada grupo siguió una consigna diferente: algunos debían completar la tarea sin interrupciones y otros debían tomar imágenes y compartirlas en redes sociales durante la actividad. Luego se les hicieron diferentes tests que medían en detalle lo que cada uno recordaba de las experiencias.
Según Tamir, “encontramos evidencias de que el uso de las redes sociales perjudica la memoria. Compartir fotos dañaba la formación del recuerdo, tanto en la experiencia del vídeo como en los paseos en el mundo real. Los hallazgos indican que crear una memoria externa –tomando fotos y compartiéndolas– tiene consecuencias reales y objetivas sobre el recuerdo que se forma en nuestra mente”.
Según las conclusiones del estudio, las redes sociales afectan nuestras experiencias personales, tanto en el momento como en su recuerdo. “Estos efectos pueden ser tanto sustanciales como sostenidos: la tecnología nos distrae de nuestras experiencias, limitando nuestra capacidad de recordar los momentos a los que deseamos aferrarnos. La presencia casi omnipresente de las redes sociales en la sociedad subraya la importancia de comprender sus efectos en nuestras vidas”.
Según las conclusiones del estudio, las redes sociales afectan nuestras experiencias personales, tanto en el momento como en su recuerdo
Mente extendida. Para el doctor Agustín Ibáñez, director del Instituto de Neurociencia Cognitiva de Ineco, “pareciera que nuestro cerebro posee una capacidad plástica para adaptarse a tecnologías de todo tipo. Por ejemplo, tras analizar cómo usa un ciego su bastón para moverse se encontró que la mente conceptualiza el espacio percibiendo la punta del bastón, no la empuñadura. Y su actividad sensorial motora se adapta a lo que percibe la punta, no a la mano”. Según este investigador del Conicet, “algo similar estamos viendo en el hecho de que ya no recordamos números de teléfonos porque están en la memoria del celular”.
El estudio dirigido por Tamir indica que al fotografiar y compartir un evento es posible que dejemos de recordar partes del mismo porque se crea una “memoria extendida” –el celular y las redes– que guardan esos recuerdos. Otra explicación que suma Ibáñez es que “la tecnología parece modificar algunas funciones cognitivas: las que se ocupan de manejar el contenido de la ‘media’ externa ocupan el lugar de las especializadas en la memorización interna. Y como el recuerdo está allí, externalizado, la tensión sobre los aspectos de nuestros recuerdos se reduce notoriamente”.
Para Pablo Richly, psiquiatra y director del Centro de Salud Cerebral, “el afán de registrar y compartir en las redes lo que nos sucede nos lleva a que la construcción de nuestros recuerdos esté condicionada por las características de la red que usamos”. Y detalló que “los recuerdos son una ficción, editada por nuestro cerebro, de los estímulos que recibimos. Pero en este caso estos estímulos pasan por el filtro del celular, que nos permite, incluso, manipular esos estímulos a través de diferentes herramientas de edición, para hacerlas más ‘likeables’”.
El afán de registrar y compartir en las redes lo que nos sucede nos lleva a que la construcción de nuestros recuerdos esté condicionada por las características de la red que usamos
¿A dónde conduce la externalización de la memoria? Para Richly “por ahora solo podemos especular. Pero estimo que un efecto posible será la homogeneización de los recuerdos, ya que esa construcción pasa de ser personal a social, donde el fin es construir un recuerdo que agrade a los demás, y que será compartido de forma pública”. Lo que si es seguro es la acumulación de evidencias que demuestra que tomar fotos deteriora el recuerdo de lo fotografiado. En un experimento publicado en el Journal of Applied Research in Memory and Cognition, investigadores de la Universidad de California recopilaron más datos que demuestran este efecto. Y concluyeron el paper con un consejo llamativo: “para tener una experiencia realmente memorable, a veces es mejor no utilizar la cámara de fotos”.
Cuando el celular ‘daña’ las relaciones sociales
Diana Tamir, directora del Social Neuroscience Lab, de la Universidad de Princeton, le adelantó a PERFIL su nueva temática de investigación: “estamos haciendo nuevos estudios para entender por qué las personas utilizan sus smartphones en diversas situaciones sociales, inclusive cuando saben a ciencia cierta que usar el celular daña la calidad de sus relaciones sociales”. Si bien todavía están recopilando datos, ya tienen indicios que explican esta conducta contraproducente: “nuestros hallazgos preliminares sugieren que los individuos sí comprenden los posibles efectos perjudiciales generados por el uso constante del teléfono mientras se está llevando a cabo un encuentro social. Pero lo que nos llamó la atención es que solo lo comprenden cuando son las otras personas las que se entretienen con sus smartphones”. En otras palabras, las personas parecen no reconocer que el uso de su propio teléfono también genera un efecto negativo sobre los otros participantes que están en el encuentro social. Y esto podría ayudar a explicar el por qué tanta gente se queja, públicamente, del constante uso del celular “y sin embargo, a nadie parece importante autolimitarse en el uso de su propio dispositivo mientras comparte actividades con otros”.
Fuente: www.perfil.com