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Guía para entender el caos de una habitación adolescente


02 de marzo 2022

La mutación que cuerpo y mente experimentan en esta etapa se extrapola a sus dormitorios, fiel reflejo de este torbellino hormonal. Tres expertas dan recomendaciones para abordar como padres este proceso y no perder la cordura cada vez que abrimos las puertas de sus piezas.

Imposible rastrear el origen de la frase “Mi pieza, mi desorden, mi problema”, ni tampoco cuantificar la confusión y a ratos frustración que ésta ha infringido en padres y madres a través de la historia.

Muchas veces, entrar a la pieza de una persona que atraviesa la adolescencia es acceder a un ecosistema diferente, que incluso tiene su propia biodiversidad. Debe ser la pesadilla hecha realidad para Marie Kondo: vasos en cantidades y lugares improbables, restos de comida mutando hacia microorganismos con vida propia, ropa desperdigada en posiciones que hacen pensar que el lugar fue la escena de un macabro crimen.

Puede ser una exageración o una simplificación, depende de cada caso. Lo cierto es que la principal tarea para padres y madres es conectar con sus hijos o hijas adolescentes, impidiendo que la brecha generacional se transforme en un abismo. Un apéndice quizá poco abordado en este asunto es el de sus dormitorios, que al igual que ellos, pasan en poco tiempo de ser una ternura donde todo está bajo control hacia algo diferente, acaso extraño, desafiante a ratos, intimidante y por sobre todo separatista.

¿Es esta mutación inmobiliaria reflejo de un cambio interior sucediendo? ¿Cómo reconocer los límites entre respetar su espacio personal e inculcar hábitos mínimos de orden y aseo? Conversamos con tres especialistas en busca de señales y respuestas. Y por sobre todo: de recomendaciones. Es lo que más se necesita, ¿no?

Cambio de piel

La cosa es así: los cambios a nivel cerebral, hormonal, físico y emocional que está viviendo una persona que transita la adolescencia son los más intensos que experimenta un ser humano en su vida. Este movimiento interno tiene directas manifestaciones externas —su físico, su actitud y su voz— y otras más indirectas, como el orden de su pieza.

“Es normal y esperable el desorden en sus habitaciones, porque es un reflejo más del caos interno que están viviendo”, dice María Paz Amaya, psicóloga especialista en adolescencia. Sugiere no entender esto como un acto de rebeldía ni un gesto para molestar conscientemente. “Simplemente su cabeza está en otra parte: por un lado, en la búsqueda de socialización y aceptación; por otro, en la diferenciación y mucha introspección”, explica.

Visto así, y haciendo un poco de memoria hacia nuestra propia adolescencia —un ejercicio muy recomendable para los padres—, la verdad es que poco espacio y energía quedan para mantener una habitación ordenada. Desde esa perspectiva, de hecho, parece una tarea totalmente irrelevante.

Sin embargo, y aunque parezca que no, Amaya asegura que “la pieza es un espacio fundamental. Es su guarida, el lugar donde pueden resguardarse si se sienten mal o les pasa algo”.

Y claro que les está pasando algo: están literalmente mutando. Valeska Woldarsky, psicóloga infanto-juvenil y magíster en psicología en la PUC, cree que analizar la pieza de una persona adolescente es casi como mirar un espejo de su situación interna. “Seguramente veremos una combinación de elementos infantiles con adolescentes, una transición muy fuerte, como cuando las serpientes cambian de piel”.

Josefina Escobar, profesora de la Escuela de Psicología de la U. Adolfo Ibáñez, refrenda esa idea, ya que cierto desorden con la puerta cerrada es un lugar necesario para experimentar todos esos cambios vitales. Explica, o más bien nos recuerda, que en la adolescencia tenemos que acostumbrarnos a muchas cosas nuevas, desde un cuerpo que se modifica día a día hasta otras sensaciones y olores que aparecen.

“Es una etapa en que exploran sus cuerpos, su sexualidad, y para eso la privacidad es algo que necesitan. Su habitación suele ser el único espacio propio en el que pueden tener sus pequeñas reglas; es su refugio”.

Crianza democrática

Para evitar grandes enfrentamientos y peleas, lo importante es aplicar la diplomacia emocional. Dar si se quiere recibir. Para aquello, lo primero es saber dónde estamos parados.

“La vaca se olvida de cuando era ternero”, dice Woldarsky. “Es súper relevante esa herramienta: pensar qué pasaba por uno durante esos años, qué me hubiese gustado escuchar, o qué escuchaste y no te gustó”.

Lo segundo, agrega, es examinarse para saber “de dónde” vienen los límites que se quieren poner. ¿Desde el enojo, la frustración o del deseo de enseñar? La idea, aconseja, es que la energía provenga desde este último lugar, y que se aplique con calma y paciencia.

Otro idea para esta búsqueda de comunes acuerdos lo aporta Josefina Escobar. “Es importante mostrar respeto por su privacidad”, dice. “Por ejemplo, siempre golpear su puerta antes de entrar, o preguntar antes de botarles algo suyo (aunque a todas luces esté malo, roto o podrido). También darles libertad de decoración”.

Se trata del viejo y siempre complicado “tira y afloja”. Según explica Escobar, luego de entregar ciertas libertades, se puede negociar los grados de orden que esperamos. “Es importante ser tolerantes y plantearnos qué tan relevante para mí como madre es el orden que tenga mi hijo o hija adolescente en el dormitorio, entendiendo que es su único espacio privado”.

Fuente: La Tercera.com