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Pandemia y demencia: pérdida de vínculos sociales empeora salud mental de adultos mayores


22 de septiembre 2020

Todos los grupos de edad son susceptibles a la infección por Sars-CoV-2. Pero los adultos mayores sufren una mortalidad mucho mayor.

Además, el coronavirus parece impactar el sistema nervioso central, con alteraciones del olfato y del gusto e incluso alucinaciones. Y en ancianos en las unidades de cuidados intensivos (UCI), particularmente para aquellos con un ventilador, se presentan altas tasas de delirio.

Las respuestas inflamatorias provocadas por la infección pueden desencadenar además mecanismos de neurodegeneración a largo plazo. Ello empeora cuadros de demencia en adultos mayores. “Las consecuencias a largo plazo del Covid-19 siguen siendo desconocidas, aunque nuestros centros están comenzando a identificar consecuencias graves”, dice Agustín Ibáñez investigador del Centro de Neurociencias de la Escuela de Psicología Universidad Adolfo Ibáñez que publicó recientemente un artículo sobre demencia y coronavirus en la prestigiosa revista Lancet Neurology.

Ibáñez advierte que “estamos muy lejos de tener una conciencia real del impacto que el coronavirus está teniendo y va a tener (por mucho tiempo) en los pacientes con demencia y sus familias”.

A medida que los sistemas de salud colapsan, el acceso a los programas de demencia se vuelve más restringido. Y comorbilidades asociadas a la demencia, como hipertensión, diabetes, enfermedades cardiovasculares y enfermedades cerebrovasculares, afectan la gravedad del coronavirus, advierte Ibáñez.

Sin vínculos sociales

El confinamiento a su vez trae dificultades adicionales para los pacientes con demencia. Ibáñez explica que el desarrollo de la salud cerebral depende de la interacción y entramado social. Los vínculos sociales protegen frente al estrés, las crisis emocionales y el deterioro de la salud general. “La soledad percibida crónica no solo nos deprime, sino que incrementa el riesgo de enfermedades cardiovasculares, inmunes, psiquiátricas y neurológicas”, indica.

Implementar el distanciamiento físico en personas con demencia es difícil. Son pacientes que pueden tener serias dificultades para cambiar sus hábitos cotidianos. Tienen a olvidar las pautas de higiene, y les puede costar comprender la situación del coronavirus y el confinamiento, aclara Ibáñez. Y lo peor, dice, es los mensajes de prevención no están adaptados a pacientes con demencia.

En general pacientes con demencia suelen apegarse de manera muy estricta a una serie de rutinas que buscan mantenerlos activos, resalta Waldo Cerpa del Centro de Envejecimiento y Regeneración (CARE Chile UC) del Centro de Excelencia en Biomedicina de Magallanes (CEBIMA). “En condiciones de confinamiento estas rutinas se ven alteradas, incluyendo el dejar los paseos diarios, hacer compras, o visitar algún familiar o amigo. Esto puede desencadenar estrés y alteraciones en los ciclos de sueño-vigilia”.

También por el estrés y alteraciones de sueño, las personas mayores podrían experimentar cambios de apetito, aumento de la ansiedad o pérdida de orientación, agrega Cerpa.

Situación que afectó incluso a aquellas personas mayores con vida laboral activa, agrega Marianne Born, médico geriatra y miembro de la Sociedad de Geriatría y Gerontología de Chile. Muchos dejaron de trabajar, “con la consiguiente disminución de sus ingresos y de realizar actividades recreativas que los mantenían activos tanto física como mentalmente».

El caso de las que viven en residencias (Establecimientos de Larga Estadía) también es complejo. No han podido recibir visitas presenciales desde el comienzo de la pandemia. Born resalta que las formas de comunicación tecnológicas actuales como videollamadas «no logran suplir el contacto directo con sus seres queridos, por lo que claramente se ven afectados desde el punto de vista emocional y afectivo”.

Tampoco han podido continuar con sus controles médicos habituales. La mayoría de las clínicas han cancelado las citas de esos pacientes para dejar espacio para asistir a la pandemia, indica Ibáñez. “Hay pocos médicos para recibir a pacientes con demencia”.

Aunque la telemedicina no puede reemplazar la atención presencial, ha sido una herramienta importante en pandemia. Sin embargo, Ibáñez dice que alrededor del 40% de los hospitales no pueden proporcionar consultas a distancia. “Las páginas web, los videos y las líneas telefónicas de ayuda gratuitas para personas con demencia suelen no ser muy utilizados por los familiares de estos pacientes”.

Rol de los cuidadores de personas con demencia

Factores protectores de demencia como realizar actividad física, caminar y pasear, que generalmente los entretiene, estimula y tranquiliza, no han sido posibles en este periodo, dice Born. “Lo que los lleva a empeorar su comportamiento, perder masa muscular, fuerza, presentar caídas y decaer en su funcionalidad, esto justifica (entre otras cosas) la importancia de permitir el desconfinamiento cuidadoso y gradual de esta población”.

Después de meses bajo diferentes medidas para enfrentar la pandemia, se produce un cierto nivel de adaptación. Pero aún existe incertidumbre. Y eso afecta mucho a personas mayores.

“No es posible tener claridad total en relación con lo que vendrá», dice Cerpa. Se ve en ejemplos de países que tuvieron picos de contagio hace varios meses y muestran rebrotes. Y la vacuna, aunque está más cerca, no es realmente claro cuándo estará disponible. «En este contexto el papel de los cuidadores de los adultos mayores es fundamental. Proporcionar seguridad y confort es ahora más que nunca muy importante”, aclara.

El aislamiento social los lleva a ser cuidados por una o pocas personas, dice Born, “las cuales en ocasiones se ven sobrepasadas con los cuidados al no tener apoyo de otros familiares ni acceso expedito a ayuda u orientación de parte de sus equipos médicos habituales”.

Además, instalaciones como los geriátricos, explica Ibáñez son insuficientes y deficientes para las poblaciones vulnerables con demencia.

Las familias extendidas que normalmente crean un ambiente emocional protector, ahora se pueden volver disfuncionales, lo que resulta en una mayor tensión con la práctica del aislamiento físico. Grupo, que Ibáñez dice se ve obligado a una doble tragedia: “si rompen el confinamiento para buscar recursos aumenta el riesgo de contagio para los pacientes con demencia o, deben observar la cuarentena y caer más profundamente en la pobreza”.

Medidas urgentes

En 2019, el sistema de salud en Chile incorporó la atención de la demencia. Sin embargo, la pandemia ha suspendido parcialmente su implementación.

“La mayoría de los pacientes con demencia son atendidos por familiares en casa, imponiendo una fuerte carga a estas familias que no esta siendo compensada por los sistemas de salud”, subraya Ibáñez. Se han desarrollado centros de atención piloto en centros de atención primaria y especializada del sector público que permiten atención remota, “pero ello sirve alcanza atender a un porcentaje muy pequeño de la población con demencia”.

Ibañéz indica que se necesita urgentemente un plan de acción coordinado, que incluya el desarrollo de test de coronavirus masivos y económicos en poblaciones con demencia, y una coordinación regional multinivel para su atención. “El aumento de la pandemia de SARS-CoV-2 crea un escenario inexplorado que sin duda tendrá un impacto en las respuestas a largo plazo a la demencia, incluso en la post-pandemia”.

Se necesitan esfuerzos coordinados para articular acciones de prevención. Implementar el desarrollo de pruebas de Sars-CoV-2 de bajo costo. Mejorar las medidas epidemiológicas. Y sobretodo, dice Ibáñez, “aumentar la conciencia sobre el Sars-Cov-2 en personas con demencia”.

Fuente: Qué Pasa