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Estudio revela que jóvenes institucionalizados presentan déficit en habilidades cognitivas blandas


31 de diciembre de 2018

El cerebro de las personas madura por las diversas interacciones sociales que mantenemos durante nuestro desarrollo, desde que somos niños, pasando por la adolescencia hasta la adultez. Por ende, cuando las personas crecen con carencias, principalmente socio-afectivas, esa formación no se realiza como corresponde.

Es el caso de los niños institucionalizados, como los del Sename o los que han pasado tiempo en la cárcel. Un estudio del Centro de Neurociencias de la Escuela de Psicología de la Universidad Adolfo Ibáñez demostró fue que si bien muchos de estos niños obtuvieron desempeños relativamente normales en las “funciones ejecutivas” como inteligencia, memoria de trabajo o atención, las que representan aspectos cognitivos más “fríos”, era en los aspectos más blandos donde presentaban déficits.

En específico, la investigación se enfocó en analizar el juicio moral de estos jóvenes estudiando cuan capaces eran de reconocer la “intencionalidad de los actos” en otras personas.

Lo que hicieron fue poner a los jóvenes ante varios casos y analizar sus respuestas. Por ejemplo, “Juan quiere matar a Cecilia porque ella nunca lo quiso, entonces le puso cianuro en su café y Cecilia se muere. Ahora si yo te digo que pasó lo mismo, que Juan le puso cianuro a Cecilia porque ella no le daba bola, pero no funcionó porque el cianuro estaba vencido. Desde el punto de vista moral, ¿está bien o está mal la conducta? Está igualmente mala, porque juzgamos por la intención no por el resultado”, explica Agustín Ibáñez, Investigador de la Universidad Adolfo Ibáñez y Director del Instituto de Neurociencia Cognitiva y Tralacional (INCYT).

Y esa intencionalidad en las acciones es lo que a los niños estudiados les costaba entender, porque si Cecilia se moría por acción de Juan aunque este no tuviese la intención de matarla ni hacerle daño, seguían juzgando el actuar de Juan como igualmente reprochable.

Comparados con chicos que crecieron en ambientes más estables, el estudio comprobó que los chicos institucionalizados estaban “menos dispuestos a exculpar a los protagonistas por daños accidentales, infligidos a pesar de las intenciones inocentes”. Esto chicos prestan más atención al resultado final de la acción, dejando en segundo plano si esta fue intencional o no.

Teoría de la Mente

Esto se debe a otra deficiencia en los aspectos cognitivos blandos que descubrió el estudio, el “nivel de teoría de la mente” que cada joven presentaba. Estas son las habilidades que nos permiten inferir los estados emocionales en otras personas (lo que incluye, la intencionalidad ajena cuando es sutil).

Lo que se ve afectado en chicos institucionalizados es una falta de “capacidad de navegar por el mundo social, la de juzgar de forma casi automática la moralidad de las acciones”.

“Si estás conversando con alguien y ves que hace un comentario o por su cara, inmediatamente piensas ‘ah, está triste’, ‘está enojado’, ‘está contento’, es decir, hacemos inferencias de los estados mentales de otros. Y esto es una habilidad social crucial que nos permite desenvolvernos en un mundo donde la información acerca de las otras mentes no siempre es explícita, muchas veces uno las tiene que inferir y eso se hace de forma inconsciente y automática”, explica Ibáñez.

Es ahí donde estos jóvenes fallan, en reconocer los estados mentales de otros. Y es por eso que tienen problemas al reconocer que otros actúan de forma accidental o intencional. Aunque Ibáñez es claro en explicar que esto no se trata de algo categórico, sino que sutilezas que variaban en cada joven.

También explica que estas revelaciones son importante porque los programas de rehabilitación que existen actualmente en la mayor parte del mundo, incluyendo Chile, se basan principalmente en los aspectos cognitivos más fríos, pero apoyarlos en mejorar sus habilidades sociales es algo que no se contempla en ningún momento de su desarrollo.

“La institucionalización si bien es una necesidad frente a situaciones tremendamente críticas, debe ser reducida. Tienen que haber hogares de tránsito, situaciones donde haya un espacio vincular socio-afectivo individual. Tenemos que desarrollar vínculos socio-afectivos más eficientes que los que puede brindar la institución”, reflexiona Ibáñez.

Fuente: Qué Pasa